lunes, 1 de septiembre de 2008

Del abuelo

Estos son mis abuelos maternos.
Hoy, sin embargo, me limitaré a hablar sobre mi abuelo, al que cariñosamente bauticé como Pepé. (Para mi abuela habrá otro post, más adelante.)
Todos en la familia coinciden en que fui la nieta favorita de mi abuelo. Yo lo sé con certeza; Pepé siempre me hizo sentir querida, cuidada y admirada. Poco antes de cumplir los seis años nos fuimos a vivir a casa de los abuelos. Desde entonces pasaba la mayoría del tiempo con él, en su biblioteca, escuchando a su adorado Beethoven, mientras me leía algún libro o me contaba alguna historia de su juventud. Al poco tiempo nos mudamos, mis abuelos al 216 de la Cerrada de San Rubén, nosostros al 224 de la misma calle. Nos separaban tres casas. Eso no fue impedimento para que siguiéramos igual de unidos. Todas las tardes me iba a su casa y Pepé me ayudaba a hacer la tarea. Si surgía alguna duda, sacaba el tomo de la enciclopedia correspondiente y buscábamos la respuesta. Y de ahí derivábamos a cualquier otro tema, siempre con la enciclopedia a un lado y se nos iban las horas, casi sin sentirlo. Me enseñó a reconocer casi todas las banderas del mundo, al igual que sus capitales. Aprendí geografía e historia, me hacía practicar el inglés sin descanso y mi amor por la literatura fue fomentado por él y sus cientos y cientos de libros.
Los fines de semana repartía mi tiempo entre los amigos y Pepé. Uno de mis momentos favoritos era cuando sacaba su View Master y pasábamos la mañana de algún sábado mirando diapositivas de Europa. Así, nos recorrimos Inglaterra, Italia, Alemania, Austria, Finlandia, Suecia, Francia y no sé cuántos países más. Tenía también una colección de libros sobre pinturas famosas, que veíamos una y otra vez. Pepé, con una paciencia infinita, me explicaba sobre la técnica del pintor, sobre su vida y el periodo específico en el que había sido pintado el cuadro en cuestión. Así conocí a Miguel Angel, a Rafael, a Boticcelli, sólo por mencionar algunos.
Mi abuelo amaba la música clásica. Tenía un acervo discográfico bastante amplio, y aunque en lo personal él prefería a los románticos (Chopin, Liszt, Tchaikovsky), también escuchaba con gusto a los barrocos. Su favorito, sin embargo, siempre fue Beethoven. Aun ahora, después de tantos años, no puedo dejar de escuchar a Beethoven sin pensar en mi abuelo. Nuestra sonata favorita era (y sigue siendo) "Claro de Luna". Y nuestra sinfonía, la Séptima.
Mi abuelo aceptó con resignación mi paso a la adolescencia, y con él, mi amor por el rock. Llegó incluso a escuchar a Yngwie J. Malmsteen conmigo, y a disfrutarlo. Cuando nos mudamos a Puebla dejamos de vernos con tanta frecuencia pero el amor siempre estuvo ahí, fuerte, inamovible. Pepé murió el 25 de agosto de 1992, seis meses después del nacimiento de su primer bisnieto, mi hijo Ray. Hoy, a dieciséis años de su muerte lo recuerdo con nostalgia. Y con el mismo amor que cuando era niña.
Keep in touch...

2 comentarios:

Ana María Laris dijo...

Gracias hija por tu cariño hacia mi papá. Ciertamente fue todo eso que comentas y, a veces no nos percatamos de cuanta falta nos hacen, lo extraño, en este momento, mucho.

La Lobita dijo...

No tienes nada que agradecer. Ese fue el abuelo que me tocó y no lo cambiaría por nada. Te mando un beso ;)