viernes, 30 de octubre de 2009

De Judas Priest, a un año de su concierto en Puebla


Este es mi boleto del concierto de Judas Priest en Puebla

 
Judas Priest durante su gira Priest Feast Tour 2008

El 30 de octubre de 2008, con mi chamarra de cuero y estoperoles, acompañada de la familia Lobuna, me tocó ser parte del concierto de Judas Priest en Puebla. A un año de aquella noche no puedo mas que pensar que a partir de ese concierto, otros tantos se sucedieron en cascada a lo largo de 2009, con dos más pendientes para este mes.
Judas Priest es, desde 1982, referencia obligada en mi soundtrack de vida. Rolas como Breaking the Law, Living After Midnight y You've Got Another Thing Coming, se convirtieron en favoritas. La potente música de guitarras gemelas, acompañando la voz única de Rob Halford me acompañaron durante la adolescencia, volviendo loca a la familia entera (salvo a Rubén, mi hermano, también adorador de la banda), que no se cansaba de pedir que le bajáramos al volumen o nos atuviéramos a las consecuencias. Pero Rubén y yo jamás hicimos caso. El heavy metal debe escucharse así, a todo volumen; es parte de su magia.
Rubén tuvo la suerte, unos años más tarde, de ser parte de una banda local que tocaba algunas rolas de Priest. Todavía hoy, después de 23 años, escucho Living After Midnight y recuerdo los ensayos en casa de David, montando las rolas para alguna tocada.
Sobra decir que el tiempo pasa. Rubén y yo crecimos, nos mudamos de ciudad, hicimos nuestras vidas. La música de Judas Priest evolucionó, hubo cambios de alineación: le dimos la bienvenida a Scott Travis en la batería, despedimos y recibimos de nuevo a Rob Halford, y un buen día, nos encontramos con la noticia de que la banda vendría a Puebla. Mi hija Steffi, que por aquel entonces empezaba a acercarse al heavy metal, fue quien nos avisó del concierto y quien, de cierto modo, nos animó a comprar los boletos.
La noche del 30 de octubre era fría, pero dentro del Auditorio Siglo XXI, lo único que se sentía era la energía a punto de desbordarse, esperando a que los dioses del metal aparecieran en escena. Y cuando por fin lo hicieron, el auditorio entero se les rindió, cantando rola tras rola, coreando el nombre de la banda: Priest, Priest, Priest... hasta quedar sin voz, deseando que las horas no pasaran para seguir disfrutando de la música, del espectáculo, de la presencia de una de las más grandes bandas de heavy metal: Judas Priest.
Ya ha pasado un año. Y Judas Priest marcó el inicio de lo que ha sido, musicalmente hablando, el mejor año de mi vida.
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