miércoles, 28 de noviembre de 2007

De pretextos

Y desde hace días que intento postear algo pero entre los quehaceres, los hijos y demás actividades cotidianas, los días pasan, el tiempo se va, implacable, y yo me he vuelto especialista en perderlo impunemente. Los pretextos de la vida diaria, los que frenan, o por lo menos detienen temporalmente, el proceso creativo, están ahí, siempre, a mi alcance. Ese es mi principal problema: me distraigo en los pretextos y dejo para después (cuando tenga tiempo, cuando los niños duerman, cuando Lobo salga de casa) la escritura. Mi justificación es la responsabilidad que tengo con el cuidado de la casa. Responsabilidad que nadie me ha asignado sino yo misma. Y que me niego a dejar.
Hace unos días, después de leer el libro de cuentos de una amiga (a quien agradezco infinitamente su confianza para su corrección), me invadió una suerte de nostalgia. Me explico: leerla fue ver también su proceso de escritura, adentrarme en esos mundos-ficción y descubrir estados de ánimo, exorcismos personales, catarsis, qué sé yo. Y eso me llevó a recordar mis propios procesos y lo bien que se siente plasmar una idea, desarrollarla, construir un universo distinto en torno a ella, verla tomar forma en la pantalla o en la hoja en blanco. Supongo que es cuestión de hacer un ajuste en las prioridades. El oficio antes que cualquier otra cosa. Más que vivir para escribir, escribir para vivir (para sentirse viva, pues), para que todo alrededor cobre un nuevo sentido.
Y bueno, más adelante hablaré sobre mis lecturas actuales, pero eso en otro post...
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